miércoles, 6 de marzo de 2013

Ayer murió un hombre




Ayer murió un hombre. A miles de kilómetros de casa, en un país que no hemos tenido el gusto de visitar. Murió un hombre al que no hemos conocido, al que no hemos estrechado su mano, al que no hemos visto de frente su rostro.  Como tampoco lo ha hecho ninguno de  los que  por aquí, ya hace meses y con un odio que nos resulta inexplicable,  vienen saboreando su muerte.

Ayer murió un hombre del que sólo supimos por los medios, de los cuales, hace tiempo hemos aprendido a desconfiar. De él se ha hablado incansablemente, adjudicándole los adjetivos más antagónicos posibles. Qué fue un revolucionario, que los humildes lo aman, que ha transformado el país más rico y desigual del continente devolviéndoles la dignidad a las mayorías.  Y también que fue un dictador, un demagogo, que ha sembrado la violencia y la división en una sociedad.
 Ayer murió un hombre a miles de kilómetros de casa y  un amigo puso su foto en el facebook, mientras la vecina celebraba la noticia de su muerte.

Desde aquí, con una distancia mediada por un abismo de información tendenciosa, nosotros,  como trabajadores de la palabra y la comunicación, como seres conscientes del valor del lenguaje en la realización la experiencia humana, nos conmovemos ante un dato que, en medio de las controversias, nos parece irrebatible: en los últimos años, en Venezuela se han alfabetizado a 2 millones de personas. ¿Hay algún hecho político que pueda ser más parecido a la LIBERTAD que esto? Y sumado a esto, los indicadores sociales, vertidos por organismos internacionales son contundentes: todos muestran una evolución positiva como ningún otro país de la región.

No conocimos a aquel hombre, pero su memoria merece todo nuestro respeto.



Dejamos el línk de un artículo del Diario La Nación con algunos números de su tiempo. Aquí